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jueves, 14 de febrero de 2013

El amor a veces duele...


SANTO DOMINGO. Mélany Cisnero quizás no tenga fuerzas para celebrar junto a su padre el Día del Amor y la Amistad; recibir quimioterapia a los tres años debilita a los infantes, aunque su progenitor asegura que obtendrá uno de los obsequios más preciados que se puedan dar: "yo seré su regalo".

Miguel Cisnero es el padre de Mélany. Sale dos veces al mes desde Nagua,Provincia María Trinidad Sánchez, hasta el Hospital Oncológico Doctor Heriberto Pieter, en Santo Domingo para que le puedan aplicar la quimioterapia a la infante, quien ya ha recibido 11 sesiones.

Esta niña de pronunciada sonrisa y admirable dicción sufre de retinoblastoma, un cáncer en la retina padecido por cuatro de cada millón de niños que nacen en el mundo. Ya le extirparon su ojo izquierdo y la atienden con mucho cuidado para que la enfermedad no se multiplique.

"Uno nunca espera que le pasen cosas así, pero ya lo he asimilado y me he mantenido cerca de mi bebé. Usualmente cuando un hijo  enferma uno tiende a ser más cuidadoso y cariñoso; es como cuando tienes algo que cuidas mucho y de momento sientes que te lo pueden quitar, y luchas para defenderlo, porque te das cuenta que lo amas", fueron las palabras de Cisnero para describir lo que sintió cuando detectaron el cáncer de su pequeña.

Jennifer Medrano, empleada en el Departamento de Pediatría del Oncológico, es testigo del amor que Miguel siente por Mélany, aunque para él "uno nunca hace lo suficiente por sus hijos, sino lo que esté al alcance".


La joven psicóloga precisó que las 22 veces que la niña ha tenido que asistir a los tratamientos (11 quimios y 11 refuerzos), es su padre quien la acompaña al hospital y no la deja sola ni un instante.
"Lo que hace este padre es una lección de amor porque sale de madrugada desde Nagua y viene a este centro a dedicarse a su pequeña. Ellos tuvieron que venir en diciembre y en vez de él estar en parranda, como es lo común, prefirió estar aquí, con su hija...", contó Medrano.

Al preguntarle a Manuel lo que estaría dispuesto a hacer por su heredera, su respuesta deja ver lo que siente por la niña: "No te diría perder la vida porque no la vería más, pero haría lo posible por verla feliz, lo que sea...".
Todo por ella
Y así como piensa Manuel también profesa Guillermina Espinal, madre de Mery, de 21 años, a quien el destino le vaticina un cáncer de mama con más de un 95 por ciento de seguridad, según los médicos que la atienden en el Oncológico.


Cuando  este redactor  encontró a Guillermina intentaba conciliar el sueño sentada en una banqueta en medio del bullicio de la multitud. Lleva una semana sin despegarse de su hija y su cuerpo ya le exige descansar, aunque su amor materno la mantiene con ímpetu.

Con  nostalgia recordó que para años anteriores celebraba con su hija el Día de San Valentín en alguna fiesta entre amigos, se intercambiaban regalos o compartían juntas con la familia, sin embargo, en esta ocasión, el Día del Amor las agarró en el apogeo de la amargura. 
Mery estudia Idiomas, pero tuvo que detener la universidad porque un tumor le reventó dentro de un seno hace un par de semanas y todo parece indicar que tiene cáncer. Ahora es que apenas inicia su lucha, según los médicos.
Guillermina es madre de tres hijos más, pero busca parientes y vecinos que se los cuiden para poder quedarse con Mery. "No descanso, no duermo, no como... y todo por la preocupación de mi hija", exclamó la madre desempleada desde octubre de 2012.

"Cuando pienso en que ella me puede faltar lloro; se me mete un nudo en la garganta. Después de tenerla en mis manos y luego perderla, solo de pensarlo creo que eso sería demasiado grande y no sé qué pasaría", confesó Espinal.

Dejó claro que no está en sus manos quitarle el dolor a su hija y eso le carcome por dentro. "Honestamente te lo digo, el amor duele, porque el que ama sufre", aseguró.

Esa consideración del amor también la tiene Jennifer Medrano, aunque es un más directa en su juicio: "El amor duele, y si no duele, no es amor...".

Para esta joven psicóloga, la fecha de San Valentín se ha vuelto algo meramente comercial donde reina el intercambio material, "pero ese no es objetivo. Demuestra amor sincero, que es realmente lo valioso".

Los casos de Guillermina con su hija, de 21 años y Miguel con la suya de  tres, presentan otro ángulo de la fecha santa, esa parte que afianza que cuando existe amor puro, aveces, duele



Fuente www.diariolibre.com

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